DESDE PLAZA GALO

Primeras páginas de la obra publicada en Amazon.

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Empecé con esto simplemente porque puedo, debería darle un nombre pero como estoy harto de que todo tenga que tener una etiqueta pasaré por alto ese mero detalle y me dedicaré a lo que realmente vale la pena. Es tiempo invertido básicamente, tiempo, ese enorme capital que un buen día se licúa y es hora de decir adiós o la frase que uno prefiera si llega a estar consciente de ello. Tiempo, era sólo un niño hace un segundo atrás, ahora me he convertido en alguien con un rostro canoso y la parte superior despoblada. Tiempo, un viejo atado a una roca mientras masculla improperios contra todo lo que dejó pasar y para peor aún no le gusta nada de aquello en lo que el mundo se ha convertido. Una postal de otra época, una selfie que empieza a ponerse de un tono sepia aunque la promesa de durar para siempre aparezca en cada fotografía, que se toma de un momento que ya es pasado. Ese helado que ya se ha derretido, un hormiguero terminado antes de la tormenta, la marea verde que azota los muros de la casa tras haber tenido la osadía de cortar el pasto (o el césped para los más puritanos). Una flor que se alza majestuosa ante el sol para luego convertirse en un despojo marchito ante la primera helada, la que recuerda que esos momentos tibios deben ser atesorados dado que no se repiten muy seguido. El agua que se acumula detrás de la casa luego de la tormenta, las hormigas saliendo a amurallar sus dominios esperando volver a casa antes de la larga noche de ausencias, el veneno traicionero que les ha llegado sin saber cómo. Ahora el viento barre los restos de esa historia, tal vez algún mendigo poblará esa vieja casa en otra ocasión parecida a aquella en la que dos adolescentes la usaban de refugio amoroso o simplemente para beber algo a escondidas, o tal vez algo más que por motivos de decoro no saldrá a la luz. Usa tu imaginación entonces, ella sabe bastante de esto de traer ciertos elementos al medio de este espectáculo y dejarnos anonadados. Ya es tarde, esto de escribir ha salido a la luz y se esmera por ocupar cada espacio posible. Un resquicio bajo la puerta, un rincón en el que dejamos esa mochila abandonada allá por diciembre, un segundo de tu tiempo que ya no te pertenece, un momento que parece eterno pero ya es pasado. El tiempo sabe de eso, escribir es sólo una manera de correrle una carrera sabiendo que nos ha ganado. Definir al tiempo es imposible dado que le damos un nombre diferente a cada momento del día, se llama amanecer, colectivo, clase, trabajo, mate y café, mensaje de texto, chiste futbolero, balón, perro, sol, luna, noche, día, ataque de ira, sarrasón, etc. Cada momento de nuestra vida es tiempo, lo usamos en forma desmedida, vemos los números en el calendario como si fueran interminables, queremos llegar al final de la semana, del mes, del año, para sólo volver a empezar. Cientos de fotos son tomadas, rostros sonriendo, mostrando la mejor versión de ese momento, el resto queda en las sombras como un crimen que no figura en las estadísticas, víctimas del anonimato y de la memoria a corto plazo. Una fotografía se viraliza, a la tarde ya es vieja, mañana será otra moda, en unos meses la imagen inicial volverá reciclada y con otro nombre. Pero será siempre lo mismo, lo único es que no lo recordaremos. De por sí el tiempo es bastante efímero, puedo intentar dejar esa idea de lado y contar su historia a partir de viejas memorias que provocan otras historias. Dado que es el actor principal de esta idea puede aparecer en distintas formas. Todo se reduce a recuerdos entonces, eso que el tiempo se empeña en borrar y que se materializa en imágenes que reemplazan infinitamente a otras escenas. Recuerdo que era una tarde del otoño, al ascensor llegar al piso indicado y luego de dos golpes en la puerta su morador accedió a recibirme. Una sonrisa bonachona la del flaco, algo que aún conserva pese a todo el viento helado que su rostro ha recibido allá en el sur bonaerense. Esa es la primera imagen, la que queda. Ella y su silencio en las horas que compartimos, parecía que siempre estaba de tanto irse en silencio. Parecía que duraría por siempre, pero una tarde noche nos despedimos en el subsuelo, bajo toneladas de concreto se concretó la agridulce partida. Agridulce, una torta de manzanas que llegó diezmada a destino. Demasiada hambre que calmar, la vida se ve color caramelo pero se siente entre variaciones de dulce y tristeza. La siguiente escena es la de un hombre arrastrando su mundo por las calles vacías de la civilización, una noche de puertas cerradas, pasos apurados y mucho frío. El asesino de los que viven afuera, frío, el reloj se congela, el último hálito se pierde en la noche. Me he ido vieja amiga, te dejo el recuerdo de mi compañía hombro a hombro para pasar una noche más. Me dijeron que tuviste más suerte que yo, aunque tu casa abandonada haya sido tapiada y tu maestro se haya largado con sus crías a otra parte. El carro abandonado será la postal de esta escena, tal vez algún valiente se haga con su timón, quizá termine en el basurero como cada uno de nosotros. Despojos anónimos de una humanidad de desconocidos conectados por redes invisibles, tal vez por eso falta tanto el afecto que se reduce a caritas felices y frases sin contenido. La tercera escena fue borrada por mandato del tiempo e inmolación del celuloide. En la cuarta escena, no necesariamente la última, una luz asesina encandila al padre de la manada que muere en ese momento. Un instante después cae la madre arrollada, sus crías a los dos, tres y siete metros. Luego todo es silencio, las horas harán el resto, para el cazador un buen botín, para la naturaleza una afrenta. El karma es un asesino serial capaz de todo, incluso de fabricar con las sombras de la noche una recta y disfrazar la curva. El farol yace roto iluminando por un rato los despojos del accidente, cuerpos inertes y vidrios esparcidos. De la bolsa de presas un pequeño conejo escapa, una suerte de truco de magia de la naturaleza. Luego todo es silencio. Las cuatro escenas devenidas en tres parecen no tener nada en común, un amigo, un mendigo y un cazador, bastará con que elijamos dónde nos queremos parar para contar otra historia. Bastará con sentirnos identificados con uno u otro personaje, para ello deberemos dedicarles un momento a la lectura de esas pocas frases que los describen. Luego dejar volar la imaginación, pero no demasiado alto, así tendremos una visión mundana de cualquiera de esos personajes y no los confundiremos con seres venidos de otros mundos. Hasta este punto habremos empleado ciertos períodos de nuestra vida, entonces veremos que la idea inicial los sigue uniendo a todos. 
I
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La estanciera dejó una polvareda en el camino recién inaugurado, semejante a una tormenta de arena. Arena, los médanos empezaban a formarse dirigidos por el heroico tamarisco. El tano llevaba la camisa arremangada, el último cigarrillo se había ido dos kilómetros atrás, la esperanza yacía adelante. El camino era nuevo, recién apisonada la tosca, sin embargo ya sabía que la lluvia podía convertirlo en un fangal y se hacía difícil salir una vez que eso ocurría. Pero no tenía apuro, pensaba pasar el primer invierno allí para probarlo por sí mismo. Ya era tiempo de dejar la ciudad que se estaba convirtiendo en un hervidero de personas, aparte de los constantes problemas que se repetían. En una de esas no estaría solo por demasiado tiempo. Las piedras que levantaban los neumáticos le recordaban a las balas en el frente. Con la diferencia que no había una marea negra echándosele encima, mucho menos franceses dirigiéndola. Nada de eso, únicamente paz, el motor del vehículo rompía esa monotonía arrojando una lluvia pétrea hacia los costados de un camino abovedado y dejando una niebla de polvo que tardaba en asentarse. Al final divisó una duna por la que el camino discurría, ascendiendo hasta poder contemplar el mar a lo lejos. Cortaderas y pastizales componían el paisaje, algunos animales dispersos, ninguna otra señal de vida. No había arco en la entrada, apenas una gruta con una virgen en su interior y una pequeña fila de pinos recién plantados. El océano se veía a lo lejos, la arena era ascendida de rango por el viento, el mar se ocupaba de proveer la materia prima al retirarse, el sol secaba una línea a la vez. La máquina se detuvo en la antigua gasolinera, vetusto edificio que habría de albergar su sueño esa noche. Se calzó la escopeta al hombro, tomó un bolso con sus pocas pertenencias y dejó descender a la dálmata. Pronto se pondría las botas de goma e iría a buscar perdices junto a la otra sobreviviente.
Ni bien la polvareda se disipó, el otro sujeto maldijo su suerte. Un baqueano le había dicho que estaba cerca, pero eso parecía bastante lejos en ese momento. Había un solo camino, el mismo se perdía a la distancia. El sol generaba espejismos al calor del mediodía, la moto estaba tan seca de combustible como la senda misma. Comenzó la larga marcha hacia lo desconocido, llevando su mundo en esa montura y un puñado de sueños. Los primeros tiempos durmió en el piso de la casa de un familiar, luego tuvo un techo propio a fuerza de vivir trabajando. Un buen día la motocicleta cambió de manos, a su comprador le traía recuerdos de otro momento en su vida, el dinero serviría para pagar deudas. Deudas, la única cosa que el tiempo hace crecer pero no mata nunca. Así que ahorró lo poco que le quedaba de sus trabajos, en ocasiones se reducían a changas, en otras era una obra para estar ocupados un tiempo prolongado. Con esa pequeña diferencia se dedicó a construir el hogar propio, soñaba con poder traer a su familia a ese lugar pero debía conseguir cierta estabilidad. Al menos fueron cuatro inviernos que le parecieron una década, el sonido del mar era una constante allí junto con la soledad, pero al final se vio recompensado. Un día su familia pudo venir a vivir a un pequeño poblado que nacía en la plaza de la que derivaba parte de su nombre, la delegación municipal, la iglesia, el correo y la escuela primaria se encontraban en torno a ella. El resto eran casas diseminadas hasta donde la vista se perdía, la mayoría de las que existen por estos días fueron edificadas por el viejo constructor. Finalmente su viuda se dedicó a cambiarle el color a la casa todas las primaveras mientras los vecinos seguían criticando por lo bajo. Su esposo le había dado forma al pueblo los últimos cuarenta años, otros copiaban la idea pero no eran más que afrentas al sueño de modernizar el pueblo.
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Gotas, gotas desprendiéndose de los tejados, gotas golpeando el cuerpo completo de los perros de la calle. El viento manipula la cortina de agua a su antojo, la luz de la calle recibe una granizada, la oscuridad de pronto invade el ambiente. Falta una hora para el amanecer en un lunes que se presenta ya insoportable, el domingo en la mañana resulta más alentador pero después de las cinco caemos en la melancolía que anuncia lo inevitable. Otra semana más comienza, con una linterna que obra de auxiliar de último momento pretendo esquivar los peligros que acechan en medio de ese apagón, algo habitual en este lugar así que no queda más que resignarse esperando que la electricidad regrese. La campera empieza a empaparse, a la lluvia no le gusta ver otra cosa que no sea un paisaje uniforme. Pretendería demasiado si cesara por un momento la descarga de agua que recibo sobre los hombros, para colmo la bufanda hace que se me empañen los lentes complicando aún más la travesía de esta mañana gris, ya extraño el sol del sábado que parece una historia demasiado lejana tanto o más que las incursiones bajo esa luz. Definitivamente nos atamos a obligaciones para poder sobrevivir pero no soportamos esas cadenas, cualquier salida sería aceptada sin pensarlo ante esta postal de comienzo de semana, algo un poco más acogedor con un café de por medio y las manos entibiadas. Ahora no resta sino cruzar lo más rápido posible esa tormenta que es un paisaje repetido, a dónde se ha ido la luz, en dónde el sol estará para poder dirigirnos en este primer acto del día. Ninguna respuesta, excepto los charcos que se forman en la esquina haciendo que todo se dificulte un poco más. La única beneficiada en este diluvio es la Negra, ella tiene el placer de observar todo desde la comodidad de un alero mientras los demás jugamos bajo este cielo. A veces envidio su suerte aunque ocurra lo que ocurra estará ahí al regreso, como si nada de esto hubiera pasado y se limitará a lamerme la mano invitándome a entrar. El único problema a esto es que el código de seguridad no aparece por ninguna parte, aunque si sus ladridos fueran palabras me diría que está en el bolsillo opuesto a mi lado más hábil. No capeo la tormenta, simplemente me ahogo en ella maldiciendo tener tanto abrigo que no cumple ninguna función, el paraguas no servirá para nada en esta ocasión. Al viento le encanta doblarlo cuanto pueda para recordarnos que a él no lo afecta ninguna de nuestras medidas de seguridad. Los cables de la antena de comunicaciones son los adornos de un barrilete, los sacude con total vehemencia como si fueran simples hilos. A las plantas les toca pagar con su verde moneda la osadía de elevarse hacia los cielos, al final de esta tormenta estarán como nuestros bolsillos luego del veinte de cada mes. Vacíos, viviendo del plástico hipoteca vidas y sabiendo que en algún momento vendrá el colector de impuestos a cobrarnos por ese sacrilegio de vivir del crédito. Un débito a nuestras cuentas en forma salvaje, ahí nos quedamos como los árboles sin ningún recurso más que volver a renovar las deudas. Una historia con final anunciado, lo único aceptable es que logré hacer las dos cuadras que me permiten acceder a la arteria principal. No debería haber tantos obstáculos pero esto se torna medio difícil de sostener, dado que no hay una sola luz en todo el lugar, la luna bien gracias. Se las tomó en cuanto vio que su audiencia prefería ver a un montón de nubes antes que su espectáculo lírico, así estamos cuando más la necesitamos simplemente se ha ido. Lo único que queda es tratar de esquivar los restos de las palmeras que han sido lanzadas al vacío, ahora son unas desterradas que al viento le da un poco más de trabajo levantar. Las hojas son las primeras en sufrir su colecta, luego las ramas y finalmente nosotros que terminamos tiritando, esto es sin dudas el karma de todo lo que hemos hecho mal desde que empezamos a tirarle humo al cielo. Sin dudas la venganza llegaría como el mar arremetiendo contra las rocas de la playa, quitándole sus ahorros de años en forma de erosión fiscal. Alcanzo a divisar la plaza, a la vuelta de la esquina está mi destino final de esa mañana, la escuela se alza frente a la ventisca que lava de a poco la pintura que le dieron en un verano que yace más lejos que el último sábado de sol.
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Un jardín de infantes, dos escuelas, todo en la misma manzana, basta con salir de uno de ellos para caer en el otro. Una tarea de años, horas que se comparten hasta que finalmente se han acabado. Luego de una patada a la calle, ahí empieza el verdadero viaje para esas personas, contarles de qué se trata sería adelantarles el resto de una historia que no se encuentra escrita. Tal vez sus días sean más soleados que este lunes gris, una ilusión que no puede ser aseverada así que deberán probar suerte y esperar que las cosas resulten de la mejor manera. No me consuela para nada que deban pasar por esto, aunque tampoco veo otra salida excepto el final de la semana que se encuentra muy lejos. No inaccesible pero sí lejano, en lo alto el viento debe estar riéndose de mis pensamientos en medio de la noche que aún no se larga. Cuanto más tiempo pueda tener el control, mejor, luego será hora de continuar la obra pero con un poco de luz. Nos vende el mismo producto en diferentes formatos, únicamente para replicar lo que ocurre abajo. Los días no son sino una repetición de acontecimientos dado que las cadenas de las obligaciones nos llevan a esto, el guionista bien lo sabe así que las secuelas salen una atrás de la otra esperando llenarse los bolsillos con lo mismo, pero renovado. Martes, miércoles y jueves, parte dos, tres y cuatro, ríe allá en lo alto tornándose una carcajada entre las casas, luego cambia de idea e inicia un segundo capítulo de risitas contenidas. Ahí nos engrupe con la luz del amanecer, los veo desde arriba y parecen las hormigas esperando que cese la lluvia, a trabajar entonces, reconstruyan ese hogar que yo derrumbaré para que deban levantarlo una vez más. Los pensamientos del alba son los peores, el humor se define a partir de ellos y nos persigue el resto de la jornada. Al final he podido alcanzar la puerta de la escuela, como ya estaba escrito por el creador de esta película. Creo que sería mejor haberme quedado en medio de la calle, por alguna razón nadie acude presuroso a abrir y la lluvia concentra toda su descarga contra mi persona, una humanidad pasada por agua, siento cómo la campera empieza a traducir ese aguacero en un frío insoportable, pese a los dos pares de medias noto los pies helados, los apuntes de clase que llevo deben estar sangrando la tinta entre las líneas del cuaderno. Hasta eso se atreve a mancillar éste individuo, podría meterse con cualquier otra cosa pero la colecta de tributos no tiene medida en medio de semejante chubasco. La poesía que escribí ayer durante un atardecer rojo, es ahora un baño de tinta que desdibuja las letras y le da un nuevo sentido a lo escrito, tal vez incluso quede mejor que la idea que tenía al empezar a redactarla en el calor del hogar. Eso es algo que extraño cada mañana, dejar nuestro pequeño rincón en el mundo para salir a recibir una bofetada en forma de agua o de cualquier otra inclemencia, que alguien abra una puerta para escapar de allí es un sueño en este momento. La bicicleta no se queja de nada, las ruedas lamen el agua como un caballo sediento, al cuadro le gusta la caricia del barro, a mí esto me parece una pesadilla. Pensé en largarme de ahí pero el deber me contuvo, eso lo sabe bastante bien el viento, no abandonaremos aunque nos lance todo su repertorio. Cuenta con que el público haga exactamente lo mismo, así le puede tirar en la cara a la luna que tiene más espectadores que esa mal llamada actriz dramática. Al final alguien ha abierto la puerta de la Escuela Nº 14 para decirme en forma lacónica que las clases estás suspendidas desde las 00:00 hs. y que debería consultar el sitio web de defensa civil, a los fines de no estar mojándome en forma innecesaria. Mi instinto me decía que esto iba a pasar, pero no le hice caso. Después de todo no vivo en una fantasía virtual.
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Siempre me ha gustado la lluvia aunque nunca me dejaron jugar en ella, en represalia decidí iniciar una serie de incursiones bajo la misma a los fines de tener que ir a trabajar. Es increíble cómo el paisaje se altera por el agua que viene de los cielos, todo se ve rejuvenecido incluso nosotros mismos pero estamos esperando a que se detenga sólo para regresar a la misma obra y protestar porque nada ha cambiado. Sin embargo si observamos a nuestro alrededor veremos a los perros jugar en la calle calmando su sed con esa fuente infinita, por lo menos es así durante un buen rato. Las hormigas se tomaron en serio el consejo del sol, nada de trabajar en medio de un aguacero, esperen a que el jefe regrese y entonces podrán realizar las tareas encomendadas. La primera que sale es una hormiga diluviana, especialista en determinar si las condiciones climatológicas son las adecuadas. Hecho esto regresa presurosa a informarle a la jefa de guardia, esta emplea el servicio de mensajería para que su superiora esté al tanto de las novedades en forma inmediata. Luego aparece el trompetista quien anuncia el orden de salida del día, las recolectoras comienzan a buscar los despojos de la colecta del viento, pequeñas ramas, hojas extraviadas, restos de un paquete de arroz que un incauto perdió la noche anterior cuando comenzó el bombardeo y los brotes del fresno del frente de la casa que ahora está igual que su propietario, complemente calvo. Una lástima pensará la hormiga filósofa, le gustaba ver ese árbol con sus colores nuevos erguirse majestuoso. Su homónima malvada, la estratega de la colonia pensará que hubiera sido un mejor botín si estuvieran más crecidos. Después de todo el viento no se lleva todo el crédito, antes las diferentes escaramuzas reclaman una parte de ese tesoro. El trofeo más preciado son los pétalos de las rosas, las espinas no son un impedimento para ellas pero prefieren que la brisa las sacuda un poco antes de ir por ellos. En lo profundo de su hogar, la reina Venus espera el tributo del día, la última vez le trajeron por error la corola de un malvón y las herejes fueron desterradas. Ahora están construyendo un nido nuevo en la otra punta del terreno, le han llegado rumores a su realeza que varios miembros del sindicato hormiguero han estado afiliando a sus trabajadoras e incitándolas a que cambien de lugar de trabajo. Esto explicaría la merma en las operaciones del día, ha tenido que enviar al laburo a pequeñas que aún se encontraban en plena instrucción. Esto ha molestado a los profesores que vieron reducido su cupo de estudiantes a la mitad, para colmo en su primer viaje confundieron a la Negra con la diosa de las hormigas y eso generó una demora más grande todavía. La perra ni se inmutó ante las alabanzas, se limitó a seguir con su siesta bajo el alero.
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Mi nombre es Marcela L’Esquife, son las 6:00 hs. en Plaza Galo, la temperatura es de 4º C, sopla el viento desde el sudeste y se estima que las jornadas siguientes serán más gélidas aún, dada la llegada de un frente frío proveniente de la cordillera. El sol saldrá a las 7:45 ocultándose a las 17:45 del día de la fecha, 23/06/2015, aquí en alguna parte de la provincia. En el plano local los trabajadores agrupados bajo el sindicato NEMO han decidido realizar un cese de actividades, en virtud del bajo precio de la corvina en el mercado de la Ciudad del Sur, la que recibe dicho insumo principalmente de estos lares. Según afirmó el delegado gremial, José Sinfuentes, la precarización en el sector sumada a la depredación por parte de las flotas extranjeras en el límite de nuestro mar han generado malestar entre los navegantes. A ello debe agregársele el naufragio ocurrido hace una semana de un barco perteneciente a la firma Bruma Marina lo que mostró una vez más la ausencia de medios expeditos a la hora de realizar un rescate en el mar. Sin embargo se espera que las tripulaciones de la sociedad Ragnarok no acaten dicha medida, dado que su portavoz Eric Gundersen, ha manifestado que el sindicato de navegantes y empleados marítimos organizados no representa absolutamente a nadie. Por otra parte, en la ruta balnearia se han avistado caballos sueltos por lo que vialidad galense recomienda tomar las precauciones del caso mientras se devuelven los equinos a sus dueños, los que serán sancionados dada la prohibición de dejar pastando a estos animales a la vera del camino.
—Opino que esta es la centésima vez que escucho la misma promesa de parte de las autoridades, la vez anterior eran las vacas pertenecientes al campo Lacedemonia que fueron halladas en una situación similar y una de ellas terminó incrustada en el capot de un vehículo que venía desde San Romano. Nunca toman las medidas del caso, sus anuncios son tan vacíos como la supuesta representación del sindicato NEMO que cuenta con diez afiliados legalmente. El resto ha sido sindicalizado en forma ilegal, de los pocos trabajadores que tienen recibos en blanco la mayoría no sabe los motivos por los que se encuentran bajo la órbita de este gremio que cuenta únicamente con una oficina que nadie ha visto. En los papeles dan una dirección difícil de encontrar, en la Avenida Intermédanos N° 1949, aunque he recibido la información de parte de nuestro corresponsal en Mar del Barro que ahí sólo hay un descampado. No pueden ser tan truchos estos tipos, encima han impedido el acceso de los empleados que se presentaron a trabajar en la mañana de ayer, lo cual generó que los tripulantes del Thorvalsson dejarán la nave para dirigirse al acceso del embarcadero, iniciando una trifulca que terminó con varios lesionados de ambas partes. Nadie toma las medidas necesarias en este lugar, después nos llenamos la boca con consejos sobre cómo deben obrar los demás y no empezamos por nuestro propio hogar, esta es una historia que se repite una y otra vez. Ya parece nuestra lista de canciones, por favor.
—Perdón Marcela dijo el operador de la radio.
—¡Y ahora qué pasa! exclamó L’Esquife, estamos al aire, ¿cuántas veces te tengo que decir que no te cruces en mi catarsis?
—Quería decirte que lo único que salió al aire fue el pronóstico del tiempo, lo demás se quedó en este cuarto. Tenemos un problema con la antena de transmisión, los de San Romano vendrán a arreglar el problema por la tarde.
—¿Por la tarde? ¿Y qué carajo se supone que haga mientras tanto?
—Eh, ¿cazar las noticias cómo haces siempre? Puedo poner música, ya actualicé las pistas que podemos reproducir.
—Ufa che, yo estaba inspirada y vos pedazo de salame podrías haberme avisado de este inconveniente. Mandá algo del grupo Bebop, por lo menos el jazz y el blues relajan a las fieras.
Marcela no esperó a que el radio operador le dijera otra cosa, salió afuera a la intemperie, se calzó el casco y encendió la vieja motocicleta. El sonido de la máquina inundó la mañana, el escape despidió una estela mientras se dirigía hacia la playa. Ahí desde hacía tres jornadas esperaba uno de los barcos de los tantos que pululan en el mar, para poder regresar al trabajo una vez que la marea lo permitiera desarmando el banco de arena que se había formado. Tal vez podría conseguir alguna noticia más con la que nutrir su repertorio, al menos eso había aprendido de las memorias de su tío. No se veía un alma en medio del frío matutino, apenas algún gato que deambulaba entre los tejados en busca de caza o simplemente quedarse al lado de una de las chimeneas que emitía un aroma a leña quemada, el eucalipto al arder le recordaba a su infancia, la ausencia de alguien que esperara al caer el sol. Nadie al principio, muchos menos en el epílogo del día, tenía un hijo que se había ido a probar su suerte como tantos otros en la bulliciosa ciudad al otro lado del puente. Ahí en donde la virgen de los navegantes le da la bienvenida a todos aquellos que quieran poblar éste suelo, poblarlo es una cosa y sobrevivir otra forma totalmente diferente.
Cuando llegó a la playa la niebla sólo dejaba ver la proa del barco estacionado ahí, una especie de insulto al que vive sobre la nave dado que no se lo deja volver a su hogar. L’Esquife sabía bien que los barcos son peces convertidos en habitantes de la superficie de los océanos, así que un minuto rodeado de arena únicamente puede ser una especie de pesadilla para quienes quieren tanto ese dulce mar salado. Dejó la motocicleta entre los médanos que se abrían al espectáculo marino, esperando a que alguno de los miembros de la tripulación cayera con el mate recién preparado. Se frotó las manos para intentar inútilmente quitarse el frío, a eso de las 7:00 tuvo su recompensa. Una bicicleta, luego otra y otra, comenzaron a caerse por ese lugar apartado. Se sentía como una mujer que despide a alguien que parte pero no se sabe cuándo volverá, por suerte esa sensación se le quitó enseguida al probar uno de los mates. Uno de sus sobrinos, de apenas diecinueve años formaba parte de ese grupo, de una u otra manera las historias de esta zona están atravesadas por el mar. Su fuente inagotable de historias provenía de él, aunque siempre se negaba a admitirlo para no parecer demasiado bohemia y tratar de mostrar una objetividad irrefutable a la hora de contar una noticia. El cielo ese día estaría despejado, gélido pero despejado, los del servicio meteorológico muchas veces la pifiaban y eso que en la capital contaban con más recursos que en cualquier otra parte. Marcela sabía con varios días de anticipación cómo iba a estar el tiempo, era cuestión de que su perro comenzará a inquietarse seguido en las jornadas previas por la invasión del  recinto de descanso y el hecho de echarse a su lado. El único problema es que a veces olvidaba que el can se encontraba en ese lugar, culminaba por pisarlo dándose un susto tremendo en plena madrugada y viendo como la silueta de este se deportaba hacia el garaje. Por lo visto aquí tampoco me quieren, la tormenta me manda mensajes que sólo yo puedo descifrar pero estos humanos tontos siguen como si nada estuviera pasando. Cosas de perros.
Desde Plaza Galo
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