Rostros de lo Etéreo es una propuesta de dibujo contemporáneo, en la cual los retratos tienen una sensación de movimiento que, a su vez, es un reflejo o una huella del paso del tiempo, pues este depende de la medida en que el papel es afectado por el humo -quien es ese agente externo- que se encarga de liberar las variopintas formas en las cuales siempre se hace visible una característica propia, es decir, las manifestaciones de la acción siempre van a ser distintas, nunca la huella se dispondrá sobre el formato de la misma manera, cada movimiento ligado al tiempo de la acción se registra en el papel de una manera única, cual si le brindase una identidad intrínseca que difiera de las demás aunque se trate de la misma técnica, es como si se tratara de entender el humo como la especie y esa manifestación de la forma que se potencia en el dibujo -tomando como recurso la pareidolia precisamente para, a partir de él, crear un rostro humano que sugiere equipararlo el carácter efímero del humo- sería su individualidad. En suma, se aborda el retrato a partir de la imaginación y las concepciones anatómicas humanas, lo que implica que, si bien es un rostro, no es retrato de un modelo predeterminado ni existente. Ahora, como diría Schopenhauer, en el momento en que la muerte se presenta en la fantasía, no es sino a partir de lo que conoce que se puede hacer una idea de ella, es decir, su representación, así como en los rostros que son construidos a partir de lo que sucede cuando la mente hace el juego de concebir una figura a partir de lo que se le presenta.