La arquitectura como testigo omnisciente de la historia de la ciudad de Manizales

Para esta ocasión, nuestra invitada Paula Londoño Vallejo, nos lleva al interior de alguna casa Republicana en el Centro Histórico de Manizales. La forma de este recinto se presenta como memoria de resistencia y de búsqueda, difícil de concebir sin la experiencia de otros mundos. La casa, tiene aspecto de señora suntuosa que observa desde su balcón palomas confundidas buscando su destino. La condición para ingresar es no hablar, no tocar y respirar profundamente para captar su espíritu. En el umbral de la puerta, se descubre el secreto mejor guardado. Se escuchan susurros provenientes de la madera al subir las escalas, el idioma es imperceptible. Al llegar al segundo piso, se puede ver una luz que proviene del techo, devela siluetas y formas modernas, que pasan rápidamente de un lado a otro y que después son absorbidas por el chorro de luz. Los susurros de la madera se hacen cada vez más fuertes y en un instante, se abren todas las puertas dándonos la bienvenida. 

Viajamos a la piel Republicana de Manizales con el arquitecto Juan Manuel Sarmiento. La montaña despega del suelo y asciende sobre la niebla. En el Centro, se ven las nubes caer sobre las cabezas de los transeúntes que miran estratégicamente al frente, ocupados de no chocar unos con otros. Arriba, el cielo de fuego, pasa desapercibido, borrando el rastro de la niebla en segundos, en una suerte de llamarada cromática que golpea las fachadas y capiteles de antiguos edificios, se despiertan somnolientos pequeños seres mitológicos, presencias que se disuelven entre las columnas, las cornisas y el cielo roto. La montaña sigue en ascenso y de repente nos hallamos en el sueño de un viajero. Cae un aguacero y el olor del suelo mojado se percibe como una mezcla particular de café con cenizas