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Cuando se sobrevive a una pandemia

Alfredo siempre pensó que su vida terminaría de viejo, luego de vivir unos 70 años, se iría rodeado de nietos, con sus hijos a lado y de la mano de su esposa, su esperanza era cuidarse y estar sano para llegar a ese momento, lo estaba logrando, pero un intruso viral entró en su cuerpo para enseñarle lo vulnerable que es un hombre fuerte, lo postraría en una cama de hospital y lo acercaría a la muerte para que Alfredo valorara más la vida.
Cuando hablaron por primera vez en las noticias sobre un nuevo virus nacido en China, Alfredo no imaginó que esa enfermedad cambiaría por completo su vida, tal vez para siempre, fue un sobreviviente afortunado de la enfermedad que se convertiría en la segunda causa de muerte en México 6 meses después.
Eran los primeros días de julio del año 2020, habían pasado aproximadamente 4 meses desde el primer caso positivo de COVID-19 en la Ciudad de México cuando Alfredo y su familia apenas comenzaban a acostumbrarse a las medidas de prevención en la nueva pandemia, hacían lo posible por no ser parte de los casi 400 mil casos de contagio que seguían en aumento en su país.
Él siempre fue un hombre muy activo y trabajador, llego a pesar unos 90k con 1.70 de estatura, es de esos hombres que saben hacer de todo, y lo que no saben lo aprenden, muy entrón para las situaciones difíciles y para los festejos, pero también intentaba cuidarse, cada mes acudía puntual a su chequeo a medicina familiar para controlar la hipertensión y evitar la diabetes.
La Organización Mundial de la Salud declaró el 30 de enero a la epidemia de COVID-19 como una emergencia de salud pública de preocupación internacional, y fue caracterizada como pandemia el 11 de marzo del mismo año por el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de dicha organización.
El gobierno de la Ciudad de México indicó en junio que los trabajadores en sus filas que formaran parte de la población de riesgo suspenderían sus labores para mantenerse resguardados, con el fin de evitar la propagación del coronavirus. Alfredo es trabajador de la delegación en labores de pintura y restauración de muros en calles, es hipertenso con sobrepeso, fue enviado a su casa, donde pasaba su tiempo libre en trabajos de carpintería armando jugueteros, alcancías, repisas, cajas etc., además sirviendo como encargando de las compras para su esposa y su madre.
Desde rumores y platicas, se iban enterando de casos lejanos de COVID: el suegro de un amigo, un conocido del hermano, una familia de calles cercanas, el primo de un cuñado. Lo que sabían por esos casos (adicional a lo que informaban los medios) era que el coronavirus ataca como una fuerte tos que no se podía soportar, lo peor, era que bajaba los niveles de oxigenación y la gente no podía respirar bien así que inevitablemente tenían que acudir al hospital.
Se formaron rumores entorno a los servicios de salud pública, que en el ISSSTE la gente ya no salía viva, “quién sabe qué le harán a uno, ya varios de mis compañeros del trabajo no han salido de ahí, todos se mueren” comentaba el hermano de Alfredo.
Los coronavirus son familias de virus que causan enfermedades respiratorias, desde leves resfriados hasta graves afecciones, éstas, pueden circular entre animales y humanos. El aun casi desconocido SARS-COV2 descubierto en Wuhan China provoca una enfermedad llamada COVID-19 que ha sido extendida por todo el mundo, hasta ahora, ha cobrado más de 230 mil defunciones en México y millones más alrededor del mundo.
El virus de la COVID 19 se propaga principalmente a través de las gotículas de saliva o las secreciones nasales que se generan cuando una persona infectada tose o estornuda, por ello, las principales medidas para evitar el contagio son mantener el distanciamiento social y el contacto físico con otras personas, además de cubrir la nariz y boca. Además de las enfermedades respiratorias, el COVID-19 puede dejar consecuencias en el sistema cardiovascular, pulmonar, neurológico, inmune y renal.

Para Mónica, el inicio de la pandemia fue diferente, pues su marido no formaba parte de las filas de alguna empresa que lo mandara a resguardarse por la pandemia, su familia sobrevivía de las ventas diarias que hacen de tacos de canasta.
Además de ser quién cocina todo para su negocio, es madre de un niño de 9 años y tres adultos más, ama de casa, abuela, hermana, soporte de su familia, hipertensa, con sobrepeso, y tiene 60 años.
Ella dice que ha aguantado todo, “hasta al coronavirus”. Es de esas mujeres que dedican su vida a cuidar de los demás, antes de contagiarse, lo hacia de su hermano diabético con ceguera. Una noche, Miguel comenzó a presentar dificultar para respirar, sin pensar, llamaron a una ambulancia para trasladarlo a un hospital, una vez internado, estuvo tres días ahí y murió.
Después del crematorio de su hermano, Mónica presentó una fuerte gripe que la tumbó en cama por una semana, sus dos hijas mayores se hicieron cargo de ella y enviaron a menor con sus padrinos hasta que ella se recuperará. Pedían consejos a sus vecinos, iban de médico en médico probando tratamientos, pero ninguno la hacia mejorar. Su cuerpo estaba lleno de antibiótico sin bacteria que atacar y fue cuando un familiar les aconsejó que era momento de llevarla al hospital, de lo contrario sería muy tarde.

Es difícil identificar la fuente de contagio del virus, en especial para las personas que aseguran haber seguido todas las recomendaciones para evitar el contagio del coronavirus. El hijo de Alfredo es médico, así que desde un inicio toda su familia siguió las medidas de sanidad necesarias al pie de la letra y con exageración.
A pesar del cubrebocas, los guantes, la careta, las roseadas de desinfectante, el tapete desinfectante, la limpieza de todos los productos de la despensa y las salidas restringidas, Alfredo se contagió. El COVID llegó como una imparable tos, luego siguió con fiebre, la oxigenación comenzó a bajar hasta el punto de sentir la falta de aire, todo avanzó hasta que todos los síntomas fueron insoportables.
En un principio, se pensó que podrían darle tratamiento médico en casa prescrito por su hijo, quien recibió recomendaciones de un colega Epidemiólogo, se trató de azitromicina, un antibiótico de amplio espectro e ivermectina un antidesparacitario que estaba en estudio su poder de combatir el virus.
El médico César Reyes, cuenta que estudios recientes revelan que hasta ahora no hay medicamento que pueda eliminarlo, por lo que se recomienda a los médicos, solo recetar tratamiento para los síntomas, dejando todo el trabajo al sistema inmunológico para soportar el tiempo de incubación del virus en el cuerpo.
En una persona saludable, los efectos observados son leves, incluso en algunos no se presentan síntomas, caso contrario para pacientes con el sistema inmunológico debilitado como quienes padecen enfermedades crónicas y personas de la tercera edad.
Cuando el oxímetro marcó 86 (el nivel adecuado es por encima de 90) , el hijo de Alfredo supo que no podría seguir haciéndose cargo de su padre en casa ya que necesitaba con urgencia conectarse a un tanque de oxígeno, lo llevó a su clínica del ISSSTE con la esperanza de que le dieran un tanque para que siguiera siendo tratado en su hogar, pero la cosa no fue tan sencilla, Alfredo fue internado en el área COVID con el fin de examinarlo y estabilizarlo, lo diagnosticaron con neumonía severa, de ahí saldría hasta mes y medio después.
Explica la Doctora Alma Leticia que en casos como el de Alfredo se estaba utilizando la intubación temprana, un método que normalmente se relaciona con un estado terminal del paciente, sin embargo, en pacientes no tan graves de COVID estaba dando resultados positivos.
“(…) recuerdo que llegué a Urgencias, luego ya nada, puras cosas borrosas, como sueños sin sentido, yo creo que ya estaba desvariando, luego nada, yo creo que fue cuando me entubaron, pero no me acuerdo de nada, ya cuando me despertaron todavía no supe nada, porque estaba medio inconsciente, me costó recuperar el pensamiento, y pues sí, me quedé dormido casi un mes entero, con un tubo adentro de mí… de milagro yo sigo aquí.”

Al llegar al hospital, Mónica relata que fue puesta en el área COVID aun antes de que le hicieran alguna prueba, ella se negaba a estar infectaba, incluso dice nunca le entregaron una prueba positiva.
Lo más difícil para ella fue abandonar todos sus deberes, el trabajo y a su familia, en especial a su pequeño hijo, con insistencia les pedía a sus hijas, que, si algo salía mal, llevarán todas sus cosas con sus padrinos.

La pandemia no previene a nadie, llega y ataca a las naciones con lo que estén preparados, y el sistema de salud mexicano no estaba preparado para nada: protocolos improvisados, personal mal organizado, recursos insuficientes, nula investigación; solo quedaron las ganas y la lucha de quienes trabajan salvando vidas.
Durante la estancia de Alfredo, su familia tuvo poco contacto con dos médicas, algunas veces les daban avisos distintos que ahogaban en desesperación la incertidumbre al no saber de él con certeza. Una pequeña luz apareció cuando una sobrina de Alfredo contactó a una vieja amiga que laboraba en ese hospital, su amigo es enfermero del área COVID, fue por él que la familia pudo tener noticias sobre el estado de su paciente, que estaba intubado, que empeoró, que mejoró, que le surgió una infección leve en el pulmón, que los pacientes con los que compartía cuarto fallecían, que él estaba en mejor estado, que despertó y sufrió una fuerte desorientación, pero entre todo era el paciente con mejor recuperación.  
Tres semanas después, la familia entera de Alfredo se encontraba en el patio de su casa esperando la ambulancia que lo llevaría, no fue la mejor decisión en cuestión de seguridad pues él llegaba del hospital repleto de pacientes COVID, pero aun así tomaron sus tapabocas, y todos separados, esperaron su regreso.
Dos semanas pasaron, pero Alfredo aún no se veía más recuperado, al contrario, las noches resonaban con la imparable tos del paciente, y sus quejas por un insoportable dolor de espalda. Le consiguieron toda clase de remedios, pensado que el dolor era producto del tiempo que pasó acostado sin movimiento: ventosas, aceites, masajes, compresas calientes, geles, pomadas, colchones de agua etc., pero nada funcionaba.
Fue la combinación de ambos padecimientos lo que los orilló a llevarlo a una consulta al hospital, su hijo aseguraba que solo sería una revisión, tal vez le sacarían una tomografía y en la tarde volverían a casa, pero no, su padre fue detenido, primero dos días mientras le realizaban estudios, después se dieron cuenta que algo no andaba bien y lo internaron. Algo estaba seguro desde el inicio; ya no era COVID-19.

Mónica no sabe mucho de su estancia en el Hospital “de los Venados”, estuvo en tratamiento intravenoso, pero no sabía qué era lo que le ponían, nadie le decía y comenta que el personal médico era hasta un poco indiferente con ella, sus hijas tampoco recibían más informes por llamada, les decían que su madre se encontraba estable y ya.
Cuando la gripa había mejorado, Mónica insistió por su alta médica voluntaria, ya que no quería pasar más tiempo postrada en una cama de hospital o terminar igual que su hermano, tenía mucha mala fe a estar en ese lugar, aunque seguramente, afuera habría cientos de personas queriendo entrar.

A partir de la nueva estancia de Alfredo en el hospital 20 de Noviembre, comenzaron los problemas ocasionados por las secuelas del COVID-19, ya había pasado dos pruebas negativas, eso era un problema menos, pero la “pus” acumulada en el lado superior del pulmón derecho no se veía nada bien, la tos empeoró, fue aislado de nuevo y comenzaron los tratamientos.
Primero, le colocaron un zonda para drenar esa consistencia infecciosa que había acumulado, parecía que con eso sería suficiente, sin embargo, el caso fue mucho más difícil; en palabras de la médica Alma, es probable que la infección haya sido ocasionada por la intubación, debido a que un objeto externo entra al organismo lo hace más vulnerable a otras infecciones. La familia fue informada de que sería necesario intervenir quirúrgicamente.
Esperaron lo peor, conocían malas referencias de las operaciones en el sistema de salud público, pero tampoco tenían otra opción, los dos médicos familiares les recomendaron tener confianza y exigir la cirugía lo antes posible, o todo podría ser peor. 
Sin pensarlo, la esposa de Alfredo se movió en las ventanillas administrativas para agendar la cirugía en los dos días siguientes de lo contrario, deberían esperar hasta una semana después ya que se avecinaba el descanso del cirujano Erick Céspedes y otras intervenciones ya agendadas. Por supuesto la infección no esperaría, seguía avanzando y el drenado ya no era suficiente. Por fortuna y gracias a la movilización de su esposa, Alfredo fue intervenido a tiempo.
Después de la operación, la recuperación fue mucho mejor, cada día le desconectaban algunas mangueras, otros días comenzaba a aventurarse a pararse de la cama, con el cuidado de su familia el proceso le resultó más sencillo que el anterior.
Cuando al fin le dieron luz verde para volver a casa, él era el más ilusionado, de alguna manera sabía que lo peor ya lo había pasado, con una bolsa donde aún drenaba la infección del pulmón, muchos medicamentos y ciertos cuidados, lo montaron de nuevo a la ambulancia que lo sacaría del hospital.
A más de un año del inicio de la pandemia, Mónica ha retomado por completo su vida normal, fue de las primeras personas en su colonia en vacunarse, pensaba en no hacerlo, pues desconfía de las farmacéuticas y las “cosas que le pueden inyectar a uno”, dice sentirse muy repuesta, pero con algunos estragos como dolor muscular y de huesos repentino, además de que la respiración de repente se le agita mucho.
Estos malestares que afectan después de una grave infección son parte de la encefalomielitis mialgia, pueden ser observados como fatigas que no desaparecen con el descanso y que, en casos graves, pueden privar al paciente de hacer su vida normal.
Para Alfredo ha sido más complicado, apenas comienza a reanudarse a sus actividades cotidianas, hace dos semanas recibió el alta médica, luego de meses de terapia, consultas e innumerables estudios, resalta que sus médicos y enfermeras le dicen que su recuperación fue sorprendente, lo veían como un caso perdido, sin embargo, ha logrado sobreponerse casi por completo, con los mismos estragos que Mónica, pero ya en un estado mucho mejor.
Esperó ansioso su momento para ir a vacunarse, hasta ahora solo ha recibido la primera dosis, pero se siente muy afortunado de tener la oportunidad de volver a empezar luego del suplicio que vivió por la COVID-19. Estas son historias de verdaderos sobrevivientes.

Medición del nivel de oxígeno
Tratamiento sintomático recetado a pacientes con COVID-19
Mascarilla de oxígeno utilizada por Mónica 
Diagnóstico de Alfredo 
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