Abraham Guerra's profile

Escritos Creativos

Algunos de mis escritos:

NO HAY CAMINO SI NO CAMINAS

"Ya llegamos Hugo. Disfruta la compañía del abuelo" dice su madre antes de irse.
Entre el ruido del motor del carro y la música a todo volumen en su interior, Hugo se despide de su madre, aunque por dentro piensa "Si, no puedo esperar por irme de aquí." Hugo se da la vuelta y ve con desgano la casa de su abuelo. Con bolsa en mano, se dirige hacia la puerta, y antes de que pueda siquiera tocar el timbre, su abuelo abre y lo levanta del suelo con un enorme abrazo.
"¡Pero si aquí está mi nieto preferido! ¡¿Cómo has estado, chico?! Hace mucho que no te veo"
Hugo insiste en que lo baje. El abuelo así lo hace, y Hugo ni lo voltea a ver. Solo entra a la casa y acomoda sus cosas. "Bien, abuelo, solo estaré aquí por una semana, así que por favor no intentes molestarme."

"¿Qué tienes? ¿Todo bien?" pregunta su abuelo.
"¡¿Todo bien?!" Hugo patea con furia el sofá de su abuelo. "¡Se supone que debería de estar en la playa con mis amigos!"
"¡Ah, vamos! Aquí también nos podemos divertir" dijo el abuelo.
"¡¿Divertirme contigo?! ¿Qué tienes tú de divertido, aparte de nada? Sólo te la pasas horas y horas contando las mismas historias de tu juventud. Qué cuando conociste a la abuela eras esto, y cuando cazabas eras lo otro. ¡Me hartas!"
La expresión del abuelo cambia. Hugo se siente intimidado por su mirada. "Creo que lo que necesitas va más allá de una historia. Ven, vamos a caminar."
"Abuelo, yo-"
"No es pregunta." Hugo asiente tímidamente. Dejan todo como está dentro y salen. Hugo pregunta hacia dónde van, pero su abuelo se mantiene callado. Conforme van avanzando, el abuelo rompe el silencio.

"Sabes, Hugo, es normal que te sientas así. Ir a la playa y conocer chicas muy guapas es el sueño de todo joven, e ir un paso más allá ni se diga. Pero, ¿qué bien le hace a tu alma ver por lo inmediato en lugar de lo que te da verdadera felicidad?"
Hugo lo mira confundido. "¿Ahora te hiciste filósofo?"
Su abuelo suelta una gran carcajada. "Solo soy un humilde anciano que ha vivido más que tú. Ahora, ¿por qué estás aquí realmente?"
"Ya te lo dije. Iba a ir a la playa y mi mamá me salió con este plan, y ahora vine a verte"
"Pero, ¿por qué estás aquí realmente? ¿A qué viniste?" pregunta su abuelo.

"Abuelo, no tengo tiempo para esto. Ya dime que me quieres enseñar."
"Si lo hiciera, ¿cómo aprenderías? Respóndeme."
Hugo comienza a decirle todos los sueños que tiene para el futuro y las cosas en las que es bueno. Su abuelo, decepcionado, cubre su rostro con la mano. "¡Bueno, señor sabelotodo! ¡Dime que está mal!" dice Hugo con su rostro enrojecido por la ira.
"En primer lugar, más respeto para tu abuelo. Y en segundo lugar, todo eso que me acabas de decir no tiene valor alguno. Si, tienes buenos deseos y sueños que quieres lograr, ¿pero para qué lo quieres hacer? ¿Para quién? ¿Y por qué?"

Hugo medita en las palabras de su abuelo. Con cada paso que da, más inquieto se pone. Llegado un punto, Hugo se deja caer en el zacate a un lado del camino. "¿Y bien?" pregunta su abuelo. "¿Ya averiguaste el por qué?"
Hugo pone sus manos en su cabeza. "No" , dijo con desesperación.
"Dejaré que lo pienses más." El abuelo se queda sentado a un lado suyo, y Hugo se quedó pensando hasta que se hizo de madrugada. "¿Y bien?" , pregunta su abuelo, "¿Ya adivinaste por qué?" 

Hugo se levanta del césped. Observa a su abuelo y éste lo mira con compasión. La mirada de Hugo es triste, vacía y su rostro era como el de un muerto en vida. "No. No lo sé, abuelo. ¿Por qué hago lo que hago? No lo sé." Hugo comienza entonces a llorar y se tapa la cara por la vergüenza que siente por si mismo.
"¿Has intentado algo de lo que te has propuesto?" Hugo niega con la cabeza. "Si ni lo has intentado, ¿por qué te afanas? Si no caminas, no hay camino." El abuelo se levanta del césped. Ofrece su mano para levantar a su obstinado nieto, y éste la toma. Deciden entonces regresar a casa para comenzar a trazar un nuevo camino juntos.






LA FLOR Y EL JARDINERO

"Has crecido mucho, mi querida flor." se dice a sí mismo el jardinero con mucho orgullo. "Todavía recuerdo cuando apenas eras una pequeña semilla. Cuando te planté en la tierra, te di agua y una gran fuente de luz como la del sol para que crecieras, y aunque tardaste, luces hermosa."
La flor, al oír estas palabras, se llena de orgullo y se proclama como la reina del jardín. Las demás flores, al oír esto, se llenaron de envidia y empezaron a conspirar en su contra. Desde aquel día, habían pasado unas cuantas semanas. La flor no cesa en su afán por demostrar que es la mejor de todas las que hay en el jardín. Hartas, las demás flores le lanzan un desafío. "Si puedes pasar 1 mes entero sin ser regada, te aceptaremos como nuestra reina."

"Acepto el reto" dijo la flor, "solo no se olviden de mi corona". Cuando el jardinero sale de su casa, como de costumbre, se pone a regar a las demás flores, pero cuando quiere regar a la flor más hermosa, ésta evade el agua lo más que puede, como si su vida dependiera de ello. El jardinero vuelve a intentarlo, pero sucede lo mismo. Confundido, regresa a su hogar. A la mañana siguiente lo vuelve a intentar, pero vuelve a fallar, y lo intenta una y otra vez durante una semana.
Para esa semana, la flor había perdido casi toda su belleza, siendo la sombra de lo que alguna vez fue. Las demás flores no paraban de reírse de ella, y le dieron la oportunidad de que se rindiera, más ésta, con las pocas fuerzas que le quedan, no acepta rendirse. 

Cuando estaba a punto de anochecer, la flor, en un último intento por sobrevivir, llama al jardinero para que le riegue, aunque sea, con solo un poco de agua.
El jardinero escucha el clamor de la flor y sale disparado de su cama. Con regadera en mano, sale hacia el jardín y ve a la flor estando a punto de morir. Logra llegar a tiempo para regarla, y ésta vuelve a sentirse fortalecida. "¡¿Qué fue lo que te pasó?!" preguntó el jardinero.
"Perdóname. Creí que era fuerte, y pensé que podía sobrevivir sin el agua que tú me das todos los días, pero no puedo. La necesito."
Desde aquel día, volvieron a su rutina habitual, y la flor, que había recuperado su belleza, fue proclamada como reina del jardín, pero esta vez no por un desafío, ni por su belleza, sino por su actitud con las demás flores.




LA ANTORCHA

De regreso a casa, Leandro observa una enorme montaña con pastos verdosos y rebosantes de vida. Como si hubiera hallado un tesoro en medio del desierto, sale de su coche apenas tiene la oportunidad de frenar.
Se adentra en el bosque y ve un letrero que dice: "NO PASAR. SOLO PARA VALIENTES". Sin darle mucha importancia, continúa caminando hasta que ve otro letrero que dice: "ÚLTIMA ADVERTENCIA".

Los nervios comenzaron a apoderarse de Leandro. Por unos segundos duda si continuar, pero decide hacerlo. "Por nada del mundo me lo perderé" piensa. Camina y camina hasta que las piernas no le daban más, pero hace un esfuerzo sobrehumano con tal de seguir. Las horas pasaron y el lugar ya había oscurecido. Entonces, Leandro se detuvo por primera vez desde que vio el último anuncio. Con los pies hinchados casi saliendo de sus zapatos y con su camisa blanca sudada y arrugada, piensa por primera vez en volver atrás.

"No puedo más. ¿Y si lo que vi no fue más que un sueño? ¿Un escape de mi horrible realidad?"
Se da la vuelta, cabizbajo y encorvado, pero antes de que diera un solo paso, escuchó algo caer justo detrás de él. Cuando voltea, ve un palo de madera común y corriente, y a su lado, una pequeña hoja.
"¿Qué se supone que haga con esto?" se pregunta.
En ese momento, una suave brisa lo rodea y mueve algunas hojas que ocultaban otro anuncio. El anuncio decía así: "ENCIENDE TU ANTORCHA Y MANTÉN LA LLAMA ENCENDIDA". Recuerda entonces Leandro el encendedor que traía en sus bolsillos. Ni lento ni perezoso, enciende la hoja y logra prenderle fuego al palo de madera antes de que la hoja se consuma.

“¡Eureka!" dijo Leandro con fervor, levantando la antorcha con su mano izquierda como señal de victoria. "¿Ahora, hacia dónde debo ir?" La brisa lo vuelve a rodear, y ve a la distancia una curva con un anuncio justo al lado. Camina unos cuantos metros más hasta llegar al lugar, y al leer el anuncio, una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Decía así: "Del otro lado de la cueva está lo que más tanto anhelas".
Emocionado, Leandro entra a la cueva, sorprendido de que el tenue fuego de la antorcha era suficiente para alumbrar toda la cueva. Todo transcurre con normalidad. Leandro se emociona cada vez más. "Por fin, ya no tendré que soportar oír tantos teléfonos al mismo tiempo, ni las estúpidas quejas de mis compañeros o la irritante voz del señor Ramírez. Por fin, seré libre." Pero justo cuando más feliz era, apareció un último anuncio frente a él. Lo que decía puso a Leandro con los pelos de punta.

"CAMINA SIN TOMAR NADA DE LO QUÉ VEAS. SI TOMAS ALGO, LA ANTORCHA IRÁ EXTINGUIENDO SU LLAMA, HASTA QUE LA OSCURIDAD SEA LO ÚNICO QUE QUEDÉ, Y ENTONCES ESTARÁS ENCERRADO AQUÍ... PARA SIEMPRE."
Leandro se puso pálido, como muerto en vida. Las piernas le temblaban sin cesar y las manos le empezaron a sudar. Su caminar se volvió torpe y lento, más preocupado por lo que vería que por lo que esperaba ver. Intenta calmarse a sí mismo pensando en la montaña, pero el temor de quedarse varado en la cueva puede más con él.
Sin darse cuenta, tropieza con una piedra en el camino. Se levanta y se sacude el polvo y la tierra del suelo. 

"¡Mendiga piedra!" Agarra la antorcha que se le había caído y escucha el sonido de algo quebrándose. Voltea y ve con asombro como la piedra se rompe y se convierte en un diamante. Su brillo era tanto que el rostro de Leandro se veía reflejado en el.
"Si lo tomo, lo puedo vender y me haré muy rico, MUY MUY rico. El maldito señor Ramírez se cree lo máximo, pero con esto, seré su amo." Leandro camina hacia el diamante y lo toma, olvidándose de la advertencia de hace unos momentos. Prosigue su camino y escucha caer una moneda desde arriba de la cueva, justo frente a él. Al verla, nota que es de oro, y la toma sin pensarlo, solo para ver un camino lleno de monedas de oro frente a él. 

Toma cada una de las monedas hasta llegar a un pequeño monto acumulado de toda clase de tesoros, desde rubíes hasta lingotes de oro. El temor había desaparecido y la emoción había vuelto, pero ya no por la montaña, sino por el oro.
La antorcha no alumbraba como antes; su llama se había extinguido casi por completo. Pero esto ya no pareció importarle a Leandro, quien cegado y maravillado por el oro, apagó su antorcha, y de él no se supo más.
Y en aquel monte, su objetivo original, se respiraba una paz y una tranquilidad que nada de la cueva le podía ofrecer. Porque ahí se encontraba el mayor tesoro que nada en el mundo puede ofrecer: LA LIBERTAD.


Puedes encontrar más de mis historias en el link que te dejo aquí abajo ;)

https://www.facebook.com/AVGUERRA23


Escritos Creativos
Published:

Escritos Creativos

Published:

Creative Fields